El 15 de mayo del 2024 la Corte Constitucional de Colombia (Corte Constitucional, 2024) tuteló los derechos de Sofía y Martina a la educación, vida libre de violencia, integridad física y mental, y salud de unas menores de edad que fueron víctimas de acoso escolar (violencia estructural1impregnada en la institución educativa). Argumenta que la “Ruta de Atención Integral2” falló porque (1) no se activaron los protocolos de manera oportuna ni adecuada, (2) las autoridades no tomaron medidas preventivas, correctivas ni de protección, (3) no hubo sanciones adecuadas a los agresores ni apoyo pedagógico o psicológico a las víctimas, (4) no hubo coordinación entre las entidades, y (5) el personal educativa carecía de la formación necesaria en resolución de conflictos y acoso escolar.
Este quiebre institucional, social, político y cultural es un espejo que se repite en todo latinoamérica. Si vemos el reporte PISA “What School Life Means for Students’ Lives” (OCDE, 2019 (OCDE, 2019, 45-69) podemos ver que el índice de exposición de acoso escolar es de los más altos en latinoamérica. Y si vemos el caso colombiano encontramos que 1 de cada 3 estudiantes es víctima de bullying una o más veces a la semana, o algunas veces al mes. (Laboratorio de Economía de la Educación, 2022, 4).
Los argumentos de juicio presentados por la Corte Constitucional nos permiten ver un problema estructural en que la violencia, la falta de recursos, la falta de capacitación, y la desigualdad están presentes en las instituciones educativas de primaria y secundaria. Esta falta de acción por parte de la institución educativa revela una cultura de impunidad y tolerancia hacia el acoso escolar que demuestra una falta de educación y capacitación de los educadores en resolución de conflictos.
a. ¿Cómo el lenguaje permea el aprendizaje?
Sapir-Whorf en “Language, Thought, and Reality” nos presentan que el lenguaje influencia en cómo pensamos y percibimos la realidad (Whorf, 1956). Es decir, la forma en que generamos categorías no sólo afecta la percepción e intensidad (por lo que un término puede ser más sensible que otro por su interpretación cultural); sino que también el lenguaje puede influir en cómo construimos nuestra memoria, recordamos y describimos eventos. Siendo así, si el lenguaje es un instrumento de cultura podemos afirmar que es una herramienta en la que expresamos y compartimos nuestra identidad cultural.
Ahora bien, ¿cómo influye en nuestro aprendizaje? Siguiendo a Vygotsky en “Thoughts and Language” (Vygotsky, 1965) el pensamiento y aprendizaje está ligado al contexto social en el que vive. Por lo tanto, el lenguaje tiene un papel significativo en el aprendizaje pues no sólo les permite comunicar lo que piensan, sino que también desarrollan formas de pensar y entender el mundo; convirtiéndose así en una herramienta de pensamiento.
Entonces, ¿cómo el bullying psicológico o verbal afecta nuestro aprendizaje? La violencia verbal instrumentalizada en insultos personales o discriminación son expresiones emocionales intensas de los estudiantes: ira, tristeza, frustración, o dolor. Intensifican lo que se intenta decir, y buscan generar una imposición de lo que se cree o busca. Es una señal de rebeldía y desafía las normas sociales y sus valores tales como el respeto, fraternidad y solidaridad tanto a los compañeros de clase como a los docentes de la institución.
Las groserías generan un ambiente hostil en que el aprendizaje se vuelve incómodo pues afecta las dinámicas de la clase ya que los estudiantes y/o docentes se sentirán ofendidos, inseguros o irrespetados; como también pueden afectar su autoestima y bienestar emocional, factores fundamentales para el aprendizaje.. Asimismo, generan una distracción pues interrumpen el proceso de aprendizaje al irrumpir la concentración y enseñanza. Por último, al normalizar el lenguaje inapropiado y la falta de respeto se está deteriorando la convivencia escolar generando un ambiente no respetuoso y no cooperativo.
b. Aprendizaje metacognitivo en una sociedad violenta
Luego de entender las dinámicas del lenguaje en el aprendizaje, y las dificultades del proceso de aprendizaje ante un acoso verbal o psicológico; nos preguntamos cómo se afecta el aprendizaje de los estudiantes, teniendo en cuenta que es un proceso social y que hay una violencia estructural.
Durkheim, en “Educación y Sociología” argumenta que la educación es un medio para inculcar la moralidad y las normas sociales de los individuos. Nos muestra que la educación: (1) es una acción realizada por los adultos sobre los jóvenes, (2) que debe preparar a los jóvenes para integrarse y participar en la vida social, (3) debe abarcar el desarrollo físico, intelectual y moral del individuo, (4) y debe responder a las necesidades de la sociedad y el individuo (Durkheim, 2003). Dicho esto, es un fenómeno social que cohesiona y desarrolla la sociedad. Siguiendo este hilo de ideas, es la moralidad el componente central de la educación; y todo currículo educativo y plan de estudios institucional debe reflejar los valores y la cultura de la sociedad.
Ahora bien, si el bullying es frecuente y constante dentro del aula escolar y fuera de ella (recreo, almuerzo, ruta escolar, ciberbullying, entre otros) ¿cuáles son los valores y cultura de la sociedad que se están reflejando?
Si seguimos los principios del estructuralismo de Lévi-Strauss (Lévi-Strauss, 1985) encontramos que hay una serie de patrones, relaciones y reglas implícitas que organizan y dan forma a los fenómenos socioculturales; i.e. nos permite ver cómo se interactúa en la sociedad. Si lo analizamos desde el bullying encontramos que ciertos comportamientos violentos (1) son normalizados (o valorados), (2) la tolerancia hacia la violencia es parte de las normas sociales, (3) no hay políticas claras ni efectivas ante la violencia escolar, (4) las respuestas institucionales son inadecuadas por falta de capacitación. Si contrastamos esta premisa con la tesis de la Corte Constitucional entonces vemos que tanto a nivel estatal como nivel local de una institución educativa son las costumbres y normas sociales las que permiten este acoso escolar.
Si lo vemos desde la perspectiva de Bourdieu, con el Habitus (Bourdieu, 1977), entonces vemos sistemas de larga duración que han guiado las acciones de los estudiantes en una realidad a menor escala que la nacional: el espacio escolar. Vemos que las normas implícitas en cómo comportarse (ante la autoridad o los compañeros), son costumbres en común que demuestran una aceptación tácita de cómo debemos interactuar. Tanto así que, debido a la normalización de las conductas de violencia, los docentes y estudiantes dejan de cuestionarse lo que está bien y lo que está mal.
Podríamos afirmar entonces que hay una disfunción social en que el nivel de cohesión social y solidaridad entre la comunidad educativa es bajo; convirtiéndo el conflicto en una patología social (Durkheim, 1997). Una en que esta ausencia de normas (anomia) o expectativas definidas se manifiesta en conductas contrarias a la convivencia escolar. Una experiencia educativa donde los estudiantes, al carecer de certeza sobre la moralidad (lo que está bien y no está bien), crecen sin unos principios y valores sociales que como consecuencia de su ausencia incrementa la violencia misma.
Si pensamos a la escuela como una realidad fragmentada de la realidad nacional o regional nos preguntamos cómo estas dinámicas de violencia estructurada afectan el aprendizaje. Vemos que la normalización de conductas genera la violencia estructural, y que la sistematización de actores (“el bully”, “el docente que no ve”, “las directivas que no corrigen”) y conductas terminan deteriorando los principios de la escuela, su plan educativo institucional, y su currículo.
c. Tensiones epistemológicas, manifestaciones fenomenológicas, y una ausencia de cultura de no-violencia en la convivencia escolar
Si el aprendizaje es un proceso social, y la sociedad con la que convivimos es violenta, ¿cómo se está afectando el aprendizaje de los estudiantes? Son varios argumentos los que tenemos y desarrollaremos con base a los reportes hechos por los estudiantes.
Lo primero es un desarrollo de estrés y ansiedad. La exposición a eventos de violencia les afecta su atención y capacidad de concentración, perjudicando su rendimiento académico a lo largo del tiempo. Asimismo, se crea un ambiente de aprendizaje inseguro pues el constante miedo de ser acosados disminuye la motivación de los estudiantes para asistir a la escuela.
Veamos unos ejemplos de acoso en unos colegios de Colombia:
Reporte del 06 de junio del 2024, Estudiante de 6 Grado (12 años) | “En el salón de clase en casi todas las clases silban y los profesores se molestan y siguen silbando y culpan a otros que no lo hacen quienes silban son (...). En clase de música siempre empiezan a tocar los instrumentos y no dejan dar clase (...). En la clase de inglés siempre empiezan a molestar y [abecés] no dejan dar clase”. |
7
Reporte del 10 de abril del 2024, Estudiante de 7 Grado (13 años) | “A mi nunca me han hecho bullying pero el teacher le dijo "por eso obtuvo ese color" a duran y a alejandra "por eso hagan esto para no quedar como alejandra¨ |
Reporte del 28 de mayo del 2024, Estudiante de 6 Grado (12 años) | “Samuel un dia se empezo a meter con la familia de (...) y con su condición aparte hace daño fisico kayla dice groserias e insultos y justo dijo que eramos unos sapos en clase de sociales y en muchas otras¨ |
Reporte del 11 de abril del 2024, Estudiante de 8 Grado (14 años) Reporte del 29 de abril del 2024, Estudiante de 6 Grado (12 años) Reporte del 16 de abril del 2024, Estudiante de 8 Grado (14 años) | “Pues la verdad a mi no me han hecho bullying solo que una vez me encerraron en el baño pero el coordinador hablo con mis familiares porque mis familiares estaban ofendidos y el coordinador tomo las medidas necesarias¨ “No pero a un compañero si por que le pegan todos los días¨ ¨Solo he visto que han realizado empanadas a otros de mis compañeros, también he visto que algunos de mis compañeros le alzan el tono de voz a otros, y he visto que irrespetan a los respectivos docentes¨ |
Ahora bien, si pensamos estas estadísticas en términos de deserción encontramos que hasta el 40% de los estudiantes que sufrieron acoso se retirarán del colegio , lo que implica un esfuerzo adicional del estudiante en buscar otro colegio, generar nuevas relaciones sociales, y acoplarse a los ritmos académicos del nuevo colegio.
Estos ejemplos acá enunciados, de más de 200 de nuestra base de datos demuestra que la socialización en espacios de violencia afectan el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, que la forma en que se resuelven conflictos son patólogicas, siguiendo a Durkheim. En este sentido, esta falta de habilidades sociales no les permite trabajar en equipo, escuchar al otro, o colaborar; características fundamentales para un aprendizaje de colaboración y cooperación. En todo caso, es una normalización de comportamientos agresivos donde ¨es normal¨ o ¨genera carácter¨.
4. Conclusiones
La importancia de reconocer los retos en aprendizaje con una realidad sociocultural de violencia estructural nos obliga a volver a pensar lo que buscamos germinar en la educación primaria y secundaria. Es decir, comúnmente las áreas fundamentales de conocimiento se representan en ciencias naturales, sociales, humanidades, matemáticas, entre otras. Y la justificación se da para tener un desarrollo integral, que forme a los estudiantes a ser responsables y participativos y a promover los valores. Sin embargo, si miramos las estadísticas de violencia locales, regionales o internacionales, a mayor o menor escala, vemos que estamos fallando pues no estamos siendo conscientes que el reto es la convivencia, y no el desarrollo de contenidos.
En resolución de conflictos, convivencia y habilidades socioemocionales es poco el desarrollo regulatorio y académico de aplicación al currículum o plan educativo institucional. Encontramos consejos directivos, manuales de convivencia, representantes de curso, personeros que solventan estas dificultades pero son agentes políticos que tienen los mismos retos que cualquier otro tipo de institución. Esto no permite crear un ambiente educativo seguro y promover una convivencia sana.
Las emociones están inmersas en el ambiente escolar y puede determinar el nivel de aprendizaje de cada uno de nuestros estudiantes. Cuando se sienten empáticos, positivos y perseverantes entonces podrán solucionar problemas, seguir las instrucciones de clase y tener buen rendimiento académico (en inglés, matemáticas o ciencias). Es decir, un adecuado uso de las habilidades en resolución de conflictos y competencias ciudadanas, tales como: perseverancia, empatía, autorregulación y toma de decisiones (generación creativa de opciones, manejo constructivo de soluciones) mejorará sus resultados (conjunto a relaciones en el colegio).
Es tan importante este desarrollo de habilidades que los estudiantes que logran canalizar las emociones (controlarlas) suben hasta un 38,25% sus resultados académicos. Ser empáticos puede mejorar la puntuación en 160 unidades, y tener confianza en sí mismo podrá aumentar sus resultados en 48 puntos. Es decir, si un profesor les enseña a ser empáticos y creer en sí mismos podrá estar ayudándoles a mejorar hasta en 200 puntos su rendimiento académico. (Treviño et al., 2019).
Esto se complementa con unos principios y valores que la sociedad necesita. Por ejemplo, (1) A perseverar para que el estudiante termine lo que empieza, que alcance sus metas y no pierda interés y se rinda rápidamente. Esto le ayudará a mejorar en sus entregables. (2) A ser empáticos, pues esto facilita el incremento intelectual, y permite dirigir al estudiante al logro al tener en cuenta cómo se sienten los demás y el origen de sus pensamientos. Esto le ayudará también a desarrollar un pensamiento crítico. Y (3) a tomar decisiones (generación creativa de opciones y manejo constructivo de soluciones) que le permitirá reflexionar sobre
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